miércoles, 18 de abril de 2012

Donde existe una brecha entre las expectativas y el ´mundo real´ nace la innovación

La siguiente nota nos la envia Emilia Tesolin:

Esta mañana, de camino al trabajo, me detuve en un kiosko a comprar una botella de agua. Frente a mí, una chica, evidentemente apurada, le preguntaba al kioskero "¿Tenés recarga virtual?". El comerciante, un señor bastante mayor, asintió con la cabeza. La chica le dio el número de teléfono, el nombre de la compañía prestadora y el monto; el hombre los ingresó en una computadora. Al instante, recibió el crédito. La chica pagó y salió, ansiosa por responder sus SMS. Me quedé meditando sobre cómo el kiosko de barrio, el canal más tradicional de todos, hoy ofrecía este intercambio parte offline y parte virtual, de la manera más natural, como si así lo hubiera hecho durante toda la vida.

La tecnología permite innovar y es innovación en sí misma. Es un medio para transformar ideas, para cambiar, para asumir desafíos. La pregunta es, entonces, si realmente estamos listos para hacer estos cambios y asumir los riesgos que implica. Movernos en territorio conocido nos da seguridad y control. Pero, ¿qué pasa cuando el precio es demasiado alto? No usar el potencial de la tecnología implica renuncias tanto en el mundo de los negocios como en la educación y la cultura.

Resignificando estructuras
Durante los 15 o 20 años que dura nuestra educación formal, nos levantamos, cruzamos la ciudad para ir a un aula, nos sentamos delante de un pizarrón y escuchamos. Millones de personas hacen lo mismo. ¿Realmente nos estamos animando a repensar las formas en que creamos y compartimos el conocimiento?

La idea de que el saber se construye ladrillo por ladrillo, de manera lineal, en instituciones designadas para tal fin no parece reflejar la realidad de lo que está sucediendo en muchos lugares del mundo. The School of Everything es uno de esas ideas que muestra que estructuras tan arraigadas, también pueden cuestionarse. Este emprendimiento, iniciado por Dougald Hine, en Londres, anima a las personas a enseñarse unas a otras, sin importar la edad o el lugar en el que se encuentren. Se trata de una idea simple pero que revoluciona principios muy internalizados. Estas ideas provienen de la innovación colectiva y reafirman que el motor del cambio de este siglo van a ser las personas, trabajando y aprendiendo colectivamente.

¿Cómo nace la innovación?
Para Russell Stevens, especialista en participación social creativa, las oportunidades para innovar son fáciles de identificar: "Donde existe una brecha entre las expectativas de las personas y ´el mundo real´, es decir, su experiencia concreta, allí hay un espacio pidiendo innovación". Estos vacíos siempre existieron, pero la tecnología, y las redes sociales en particular, los han hecho más visibles.

Las redes sociales cumplen un papel importante a la hora de contagiar y el contagio es un aspecto fundamental de la innovación. "Todo el que busca innovar lo hace con una idea de cambiar el mundo", dice el hombre que le puso las pulseras amarillas de la fundación Lance Armstrong a 70 millones de personas en la campaña contra el cáncer más famosa de la historia.

Sin embargo, el error más común es pensar en las redes sociales como un espacio en el que "hay" que tener presencia por el hecho de que "todo el mundo está allí". Las redes sociales no son una obligación sino una decisión táctica relacionada con una estrategia. Representan un componente de un plan integral donde los diferentes canales, tanto del offline como del online, juegan un rol.

Otro error es considerar que la innovación nace por sí sola y que es atributo de las personas y no de las instituciones. En Google , la innovación está en todas partes pero en algunas vive especialmente sus días de gloria. Google X es ese espacio donde salen las ideas más disruptivas pensadas para el día de mañana.

Astro Teller es uno de sus referentes y a la hora de explicar la innovación es concluyente: la única forma es tomando riesgos. Para empresas e instituciones esto plantea una cuestión fundamental, la aceptación explícita del riesgo, algo incómodo para la mayoría de ellas. "Cuando estoy a punto de probar algo muy diferente, lo comunico: voy a hacer algo nuevo, fuera de los patrones, rompiendo los moldes. ¿Me vas a apoyar?"

Mi experiencia confirma las palabras de Astro. Hay que salir de la zona de confort y preguntarnos a diario si estamos apoyando a los que quieren pensar y trabajar de manera diferente. Y recurrir a la tecnología como aliado insoslayable para potenciar la creatividad, motorizar la innovación y establecer diálogos con nuevas audiencias.

Fuente: www.lanacion.com

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